jueves, 2 de junio de 2016

Sombras, mascaras, rituales y espiritualidad de un PRAN Venezolano


@sergioyepez

El Picure, el Conejo, el Gocho, La Barbie, todos son apodos de reconocidos “Pranes” venezolanos, sujetos que de una u otra forma han determinado la vida y obra de muchas personas, con poderes sobre la vida y la muerte, estos personajes que emergen de la sombra de nuestra sociedad, son y serán noticia por sus actos delictivos.
El Analista Carl Gustav Jung (1875-1961), nos dice de forma muy reflexiva: “aquello que niegas te domina y lo que aceptas te transforma”, en razón de esto, persisto en la idea de develar aspectos sombríos de la Venezuela de los últimos tiempos, no porque estos aspecto sean nuevos, sino que han aparecido producto del debilitamiento de las instituciones y actúan como síntomas que debemos atender.
Los “Pranes”, como se conoce a los líderes perversos de los centros penitenciarios del país, son un producto de la ineficiencia del Estado en establecer controles, con esto no he dicho nada nuevo, pero me sirve para contextualizar el espacio, ya que su aparición es producto de la consabida impunidad.
Como hiciera el ser humano en sus tiempos más primitivos, la tribu es la mejor forma en la que los humanos hemos resuelto la protección y la satisfacción de necesidades. Estas precarias formas de organización social se plantean como respuesta natural a los escenarios adversos. Cuando una persona es llevada a estos depósitos de personas, es lanzado a un espacio donde impera la ley de la selva, donde el salvajismo, la violencia y las condiciones infrahumanas, obligan a pertenecer a dichas tribus y a la aparición del arquetipo del sobreviviente.
Se deja ver en el relato de estos actores, que existen dos grandes grupos de poder en las cárceles, los evangélicos y los otros, ambas organizaciones humanas tienen sus elementos culturales definitorios, se plantean al margen del crimen y no es menester cuestionarlo, siendo incluso una carta de presentación que le puede ser útil al recién llegado para incorporarse en esta forma particular de organización en torno a la espiritualidad y al líder.
La espiritualidad en estos centros se pasea entre aquellos que asumen el evangelio y  los que practican rituales espiritistas, en torno al culto a la Diosa de la Montaña “María Lionza” y sus ocho cortes, en la que se encuentra la “corte calé” o “corte malandra, invocando la protección de quienes en vida eran miembros de una banda muy particular a los que se les atribuyen actos de bondad al estilo “Robin Hood”, y que de forma muy particular aconsejan y protegen a los que son sus seguidores.
El “Pran” o “Pram” actuando como sumo sacerdote de esta espiritualidad, se autodefine como: Pastor, Reverendo, Apóstol, Maestro, o Persona que Rescata Al Necesitado; dejando claro que ser un seguidor del Pran/Pram y pertenecer a su “Tren” o banda, es garantía de tener un grupo de respaldo, comida, ciertos “lujos” y la capacidad relativa de vivir la propia vida, incluso de proteger económica y materialmente a sus familiares más allá de las paredes del recinto penitenciario.
Saberse miembro del “Tren” es entenderse perteneciente a un grupo social definido, por sus cultos, su lenguaje y un profundo sentido de pertenencia, las actividades delictivas que son hechas por mandato del Pram son llamadas “trabajos”, los enfrentamientos con otras bandas y con los cuerpos de seguridad son actos de lealtad y pertenencia a la tribu, que están lejos de ser vistos como antisociales o impropias.
El Pram es garantía de seguridad social, distribuye el botín, provee de las herramientas de trabajo (armas y vehículos), brinda resguardo y seguridad a los familiares y  es quien orienta y canaliza la violencia, como quien gerencia los recursos de una fábrica de muerte.
Entre los rituales conocidos y referidos por los miembros del tren se encuentra el asesinato de policías, una práctica cada vez más frecuente. Estos asesinatos usualmente permiten cosechar armas y estatus. Aparentemente, quien asesina a un policía sabe que será perseguido de forma despiadada y su crimen tiene altas probabilidades de ser pagado con la misma moneda, no tiene “vuelta atrás”, necesita la protección del Tren lo que les hace más confiable ante el Pran.
No es menester de este investigador hacer juicio valorativo de la moralidad o inmoralidad de los actos, la mía, no es una postura ética sino descriptiva, prefiero subrayar el fenómeno haciendo ver que existe, y es venido del fondo de la brecha social, de donde han salido los otros personajes de este realismo mágico venezolano, donde coexisten el bachaquero, el boliburgues, el enchufado, el escuálido, el pana, y el pran, cada uno con su genio y figura particular.       

Lic. Sergio Yépez Santiago
Psicólogo – psicoterapeuta

Investigador en Etnopsicología

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